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03/04/2017
Basquet Internacional
GRACIAS CHAPU
Andrés Nocioni dirá basta una vez que termine la temporada. Sus palabras.
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Después de tantas batallas, he decidido dejar de reventar la botella de agua contra el piso cada vez que me sustituyen, mojando a compañeros, asistentes y plateístas de primera fila. De tirar toallas, de patear bancos, de insultar al aire. He decidido madurar, señores. Me cansé de discutir con los árbitros por fallos que nunca sabremos si fueron erróneos. No quiero que me cobren más faltas técnicas, ni tampoco volver a pagar gimnasios o cenas de equipo a cuenta de mis multas. Debo progresar. Lo he meditado lo suficiente. Basta de pelear con rivales, basta de noches sin dormir por victorias con angustia o derrotas que son puñales. Se terminó... Pretendo mejorar mi conducta, mis hábitos. Y como tengo en claro que no podré cambiar mi temperamente jamás, ME RETIRO. Me voy antes de que echen.
Viví como jugué. Fui siempre honesto y entregué mi corazón en cada club en el que estuve; todos los días, todas las prácticas, todos los partidos. Dejo el básquet de la manera en la que yo quiero dejarlo: compitiendo al más alto nivel de Europa y en un club de máxima jerarquía mundial.
En el camino he cumplido muchísimos sueños. Sueños que ni me imaginaba concretar cuando comencé a jugar en Ceci de Gálvez. Yo tenía como aspiración máxima llegar a Europa y no solo lo concreté, sino que además sumé una etapa en la NBA. No quiero ponerme nostálgico en esta carta, pero es imposible no mirar en restrospectiva y sorprenderme tirando en un arito todo roto de mi ciudad. Llegué más lejos de lo que esperaba. Compartí camiseta con alguno de los mejores jugadores del año. Y me enfrenté con muchos otros a los que veía en fotos. Me descubrí en lo más alto del podio olímpico con la camiseta que más quise, en una tarde que jamás olvidaré. Grité, sufrí, festejé, lloré: crecí. Nunca me entregué. Ni en los peores momentos, que por supuesto también los tuve.
Debo agraddecimientos a muchísimas personas. A mis hijos en primer lugar, que se bancaron tantos cambios de hogar, viajes y ausencias. A mis seres queridos, obaviamente: los de mi familia y los de la familia de mi esposa. A distintos compañeros, entrenadores, preparadores físicos, cuerpos médicos. A los árbitros, que con seguridad organizarán una fiesta mañana mismo. A mis agentes. A los amigos que felizmente coseché en cada sitio en el que estuve. Pero sobre todo le debo agradecimiento especial, o absoluto, a mi esposa Paula. Ella fue quien me acompañó durante todo el recorrido, quien me contuvo, me abrazó y me levantó las veces que estuve caído. Yo no estuve solo. Solo no hubiera podido.
Por último, valorar a todos los clubes que me cobijaron en Argentina, España y Estados Unidos. A la Selección, por el enorme orgullo que me generó representarla durante más de 15 años. A la gente de Vitoria (¡cuantos recuerdos de momentos mágicos!) y a la de Madrid, que me demuestra su cariño día a día. En estos meses por delante daré lo mejor de mí, como siempre, para ganar Euroliga y la temporada de la ACB. Sería una despedida perfecta. Y la última oportunidad de robarme una red.
Hasta acá hemos llegado, amigos. Ha sido un camino largo, repleto de piedras, luces, empeño y también grandes satisfacciones. Pero de algo estoy seguro: valió la pena transitarlo.
 
 
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