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27/09/2018
Informacion General
CRÓNICA DE UN INFIERNO
El ex basquetbolista y símbolo de Argentino de Junín relata lo que vivió por su adicción en un libro que escribió. Hoy vive en paz y feliz
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En Junín y dentro del ambiente del básquet, Juan Antonio Abdala era reconocido a mediados de los 90 y principios del 2000 como un ala pivot de entrega absoluta, símbolo de Argentino, club en el que creció y con el que festejó en el Fortín de las Morochas varios ascensos.

“El Turco”, como le dicen desde chico, fue protagonista importante cuando desde el Regional su equipo subió a la Liga C, después a la B para luego explotar con el histórico ascenso al TNA. Sin embargo, atrás de ese jugador ídolo de muchos vivía otra realidad que pocos conocían o se atrevían a ver. La adicción a las drogas lo llevó por un camino oscuro, que lo lastimó a él y a su familia. De todo este tiempo, entre básquet, drogas y posterior terapia, nació el libro “Crónicas de lo no dicho”, en el que Abdala cuenta su historia crudamente.

“La idea de escribir un libro aparece después de este tiempo de rehabilitación, de toma de conciencia, de descubrirme. Regresé a Junín después de seis años, encontré un increíble bienestar, y decidí transmitir el testimonio a través de este libro”, explica Abdala. Y como siempre, el interlocutor nutre a la charla y por eso el ejercicio de conversar con el ex jugador y ahora periodista Julián Olmedo generó un ida y vuelta sin tapujos.

—¿Qué cosas pasaron en vos, qué sentimientos tuviste mientras escribías tu historia?

—Mientras lo escribí pasé por un montón de sensaciones. Pasé de estar ansioso a estar feliz, también no tener ganas de escribir. Traté de hacerlo siempre con responsabilidad porque sabía que estaba transmitiendo un mensaje que podía ayudar a otro. Lo principal fue enamorarme del camino y no del resultado. En general el sentimiento fue de alegría.

—“Crónicas de lo no dicho” es un libro de fácil lectura pero fuerte, que impacta, que transmite…

—Lo destacado es el testimonio. Es claro el mensaje de hablar, no dicho viene de adicto, adicto significa no hablar. Ese sería el punto de inflexión, la comunicación, poder hablar. Tomar conciencia del problema, los patrones de conducta negativos que vamos adquiriendo cuando nos drogamos, que la droga es una consecuencia de un montón de cosas que nos van pasando. Entender que todos tenemos problemas y no importa lo que nos pasa, sino qué hacemos con eso que nos pasa.

—Escribiste desde chico historias que tenían que ver con la mística, con el barrio. Y ahora sobre lo que pasaste.

—Siempre pensé que podía escribir un libro pero no que ésta podía ser su temática. El pasado lo divido en dos partes; una feliz, con una familia unida, con amigos de un club de barrio hermoso, cumpliendo el sueño de ganar todo en donde nací, con una despedida emocionante (Argentino le puso su nombre a una tribuna del estadio y retiró su camiseta); y la otra parte es triste, difícil y oscura junto a la droga.

—¿Y ahora cómo estás?

—Uno de esto no se cura, se rehabilita. Hoy me siento con bienestar y tengo herramientas para mantenerme, la terapia te da esas herramientas. Esta es una lucha diaria y el libro me ayuda a sostenerme, a estar firme. Nunca en mi vida sentí tanta libertad, no la libertad de mochilero en la ruta, sino la verdadera libertad de poder elegir lo que quiera. Soy y me siento un hombre libre.

—¿Qué le dirías hoy, después de haber sido adicto, a los jóvenes en general, y a los jugadores de básquet puntualmente?

—Les diría que el punto de inflexión está en hablar, hablar de lo que nos pasa, lograr buena comunicación entre el entrenador, el dirigente y la familia para que el jugador tenga contención. Es importante poder controlar un impulso cuando uno es joven. La droga está en la cultura, hay que mostrar el quilombo y no escondérselo al adolescente. El club puede actuar como un organismo de contención y explicativo también. Los que padecimos esta enfermedad tenemos que poder explicar que se pueden enfrentar a estas situaciones y hay que aprender a decir que no, controlar ese primer impulso. Los clubes deben proteger a los jugadores en ese sentido.

Juan Antonio arrancó a los 5 años a jugar en Argentino y, más allá de pasar por otros equipos en su carrera, el club de las Morochas fue todo para él. “El básquet fue mi familia, el barrio, contención, mis amigos, compañeros; y Argentino fue, es y será todo para mí. Pero también viví cosas malas en paralelo como la creación de un personaje en el básquet. Eso debe estar bien claro en los chicos, hay que tener los pies sobre la tierra y que el personaje no nos devore. Yo fui el pibe del barrio que ganó cosas importantes con el club de mis amores, cumplí el sueño de mi vida, y todo eso fue contraproducente para mí, el básquet me ayudó a crear ese personaje que no supe, ni pude manejar”.

El Turco cuenta que tuvo una vida “relativamente normal, con una familia unida, con amigos de verdad desde la infancia, con educación. Creo que más allá de que el consumo por momentos fue esporádico, a partir de 2007 y hasta 2012 fue en caída libre, a tal punto que llegué a decirle al técnico que me bancara porque terminaba el torneo y me iba a internar. Les escondía a mis amigos que estaba viviendo un infierno, llegando a situaciones extremas de no ir a entrenar, o de llegar drogado al entrenamiento ante la mirada de mis compañeros. Fue muy penoso ese momento, difícil, la estaba pasando muy mal. El mensaje es que la droga es absolutamente negativa para el deporte y para todo. Tenemos que tomar conciencia como sociedad que podemos darle una mano a alguien, primero registrar el problema, después aceptarlo, cambiar y transmitir. Las charlas que estoy dando tienen ese objetivo, no hay que esconder más, tiene que servir para abrir la cabeza y poder hablar libremente sobre esto. No se puede seguir escondiendo el fasito adentro del cajón”.
 
 
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