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06/10/2020
Rosarina | Alegría
AMISTAD, AGRADECIMIENTO Y BÁSQUET, EN EL CENTENARIO DE EL TALA
El club de calle Cochabamba festeja sus 100 años con una caravana por la ciudad. En esta nota, su historia, sus recuerdos, sus personajes.
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David Ferrara
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El Tala cumple 100 años
Bien hubieran servido un GPS para meterla en aquellos aros de El Tala, indescifrables para cualquier visitante pero de extraña y sencilla resolución para el local. Eran tiempos de mosaico todavía, de humo de chori en el parrillero y de básquet de ascenso en el que para ganar en la Rosarina había que tener una cuota de guapeza. No corría el dinero, al menos no tanto, y los apellidos (o los apodos) se mantenían en muchos de los equipos tradicionales, por eso saber que cuando en el fixture tocaba enfrentar a Galleta, el Tripa, Leo, Javier o Silvio, los brazos saldrían marcados y aquellos aros no iban a ayudar demasiado. Atención, que a pesar de la dureza había también talento, del hecho en casa, del que marca época.
El Tala cumple 100 años este martes y aunque las actividades del club crecieron de forma exponencial, para este orgullo de la Sexta el básquet fue y es el motivo de su humor. El buffet con el que abre sus puertas ofrece una carta con discusiones y tópicos variados, pero el devenir del básquet siempre será uno de ellos y el recuerdo del Dani Deni otro.
Cuentan los que cuentan estas cosas que el 6 de octubre de 1920 un grupo de amigos estaba reunido en un almacén de la calle Alem y Montevideo. Ahí empezó el sueño de este grupo de jóvenes, que formaron un club de fútbol con camiseta a rayas verticales rojo, blanco y negro en el primer predio de Ocampo y Necochea donde funcionó con cancha reglamentaria, casilla y canchero.
En un principio el club se llamó General Hindenburg, por un militar y político alemán y luego llegó la mudanza a calle Cochabamba, para en 1941 cambiar de nombre de forma definitiva. Tras elegir nuevas autoridades, el presidente y el vice electo eran de la comunidad judía y en disconformidad con el nombre del club, llamaron a una asamblea para que los socios opinaran sobre el tema. La mayoría optó por un cambio y como en el predio había un árbol llamado tala, el club pasó a llamarse El Tala.



Los socios que estaban en disconformidad con el cambio de nombre, se retiraron del club y General Hindenburg siguió funcionando a tres cuadras de El Tala. Luego, en la década del 70, se trasladó a avenida Pellegrini pero al poco tiempo desapareció.
Las obras se sucedieron, la vida social de la zona y del club tuvo sus idas y vueltas, como marca la historia de la inmensa mayoría de los clubes de barrio, que en su momento disfrutaron de los tradicionales bailes como su fiesta grande y que con el correr del tiempo encontraron en la pileta de natación su centro de vida social más importante.
Y aunque el básquet le ganó terreno a las otras actividades durante algunos años, la actualidad encuentra al club (pandemia aparte) con una vida social intensa, con diferentes propuestas y con obras permanentes.
Y si de básquet se trata, en el último tiempo llegaron los éxitos con un grupo de chicos que surgió de las inferiores, sumado a una importante apuesta en el formado de planteles competitivos. El Top 4 de la mano de Néstor Ruíz Díaz y luego los éxitos reiterados con Gustavo Lalima al frente, un entrenador que llegó para quedarse y que supo ir reconstruyendo desde la base para mantener la competitividad de un proyecto que no tiene estridencias pero que habla por sus logros y su trabajo.
Pero un club también es lo que dice su gente, los que siempre están y los que estuvieron, para que lo sepan los que vendrán.
Franco Bertonazzi es uno de los símbolos del equipo y en el ranking de valores primero se refiere a sus sentimientos, a lo que vivió en el club como persona, para recién luego pasar a lo deportivo: “Es obvio decir que uno pasa su vida adentro del club y te conoce todo el mundo, que es verdad que es una segunda casa, pero yo asocio al club con mis amigos, con los que más quiero, con los que jugué, con los que salí a bailar, con lo que me fui de vacaciones. Y ahora que ya somos más grandes, son con los que quiero estar cada vez que se puede. Eso es lo mejor que me dejó”.
“En lo deportivo tuve la suerte de disfrutarlo mucho, de jugar tanto tiempo con el Hueso (Andrés MacGuire), de integrar equipos campeones y por ejemplo de jugar con los hijos de jugadores a los que yo iba a ver cuando era mini”, explica el base, quien recuerda un momento, una sensación: “Tengo grabado un abrazo con el Hueso y con mi viejo después del último título. Fue un momento mágico”.
Y otro de los chicos que creció allí y tras tener éxito salió a coleccionar títulos por la provincia es Agustín Chiana, que comparte sentimientos con Franco y tantos otros: “El club es todo para  mí, es mi familia, son mis amigos y son las experiencias que pasé ahí dentro. Por más que el deporte o la vida me hayan llevado por otro camino, mi sentido de pertenecía está ahí en el Tala, soy del Tala, soy un enamorado de mi club y fiel a lo que me enseñaron de chico esas cuatro paredes, que no se cambian por nada y se aman siempre”.
Tato guarda como el mejor de sus trofeos la pelota con la que el equipo se consagró en ese Top 4 en Central con los nombres grabados de sus compañeros y amigos.



Y el primer título anual de la Rosarina tuvo en 2012 al mencionado elenco de Lalima que reunió a un verdadero equipazo y entre tantos valores había uno surgido de las entrañas del club que tras un extenso recorrido volvió a casa para ser campeón. Juan Lupo, de él se trata, lo explica: “Es el club en el que nací, en el que me formé y tengo gratos recuerdos de mi infancia y del básquet, porque empecé a los 6 y me fui a los 13. Formé amigos y comencé como jugador allí, por lo que son mis raíces y eso no se olvida, son cosas invaluables. En mi regreso como entrenador de inferiores y jugador me fue aún mejor. La pasé bárbaro dirigiendo a los chicos y en la primera le dimos el primer título al club con un verdadero equipazo y un trabajo conjunto con la dirigencia y el cuerpo técnico que fue estupendo. Qué más podía pedir que volver al club de origen y salir campeón. No tengo nada más que agradecimiento”.
Amistad y agradecimiento son el denominador común. Así lo siente también el relator Carlos Altamirano, que lleva el nombre del club a donde quiera que le toque contar un partido de básquet: “Agradezco y felicito a los que trabajan para que El Tala llegue a los 100 años con obras, potenciado en lo deportivo, social y edilicio. Podría contar muchas anécdotas de mi infancia, pero son las mismas cosas que nos pasaron a todos los que crecimos en el club, pero recalco que encontré en el club el deporte que me apasionó y un vínculo directo a mi vocación, y también que me permitió conocer el significado de la palabra amistad. Gran parte de amigos hoy los conocí ahí entre los 3 y los 17 años. Me enseñó el compromiso de ser parte de un equipo de básquet y aunque cada uno de nosotros forma una parte pequeña del club, el club es gran parte de nosotros para siempre”.
Este martes se festeja
Hoy la institución que preside José Manuel Maldonado festejará su centenario de manera especial, en un contexto difícil pero en el que no quieren dejar de decir presente. Los socios armaron una movida en la que se encontrarán desde las 18 frente a la sede de calle Cochabamba para luego a las 18.30 partir en la Caravana del Centenario que recorrerá en autos, motos y bicis y con camisetas, banderas y globos las calles Cochabamba, Buenos Aires, Pellegrini, Oroño, Pellegrini, Alem y Cochabamba hasta retornar al club. Lógicamente, se pide respetar todas las medidas de distanciamiento y no bajar de los vehículos.









 
 
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