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03/09/2019
Selecciones | Mundial
ARGENTINA CONTAGIA
Carlos Altamirano y su pluma le traen a BR una mirada profunda al segundo partido de Argentina en el Mundial. Imperdible.
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Carlos Altamirano, relator de DirecTV en China
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Scola, leyenda
No puede ser. ¡No puede ser! Luis Scola es irreal. Su liderazgo siempre fue mucho más allá de sus números, hasta en detalles inimaginables. Pero frente a Nigeria se pasó de la raya. Una vez más.

En el momento más complejo del juego, con Nigeria dominando los climas, con los árbitros tomando protagonismo, con algunos fallos que en situaciones límite sacarían de quicio a cualquiera, el tipo pegó su grito más letal: tranquilizó a sus compañeros, parló con los jueces para bajar tensiones, se alió a Oveja Hernández para modificar el partido desde lo conceptual y volver a las bases que le habían dado un +12 a la Argentina, y una vez que logró ese combo, cerró el asunto con números fantásticos (doble figura en puntos y rebotes), a los 39 años, jugando casi 35 minutos frente a rivales más jóvenes, más rápidos, más altos, más atléticos. Ah, en el mismísimo día en que se transformó en el segundo máximo anotador de la historia de los Mundiales. Único en su especie. Irrepetible.

No puede ser. ¡Te pone los pelos de punta verlo jugar! Patricio Garino y sus detalles. Su defensa 1x1 para evitar lo mejor que tiene Nigeria. Sus entrelíneas. Su instinto animal para corregir lo peor que tuvo el equipo en el Q2, el balance defensivo. Su deseo de ser el mejor atrás, y su progreso ofensivo. Sí, porque no sólo es parte del trío vital (con Campazzo y Delía) para generar la identidad de atacar desde la defensa, sino que su madurez ofensiva es elogiable: corre hacia los espacios correctos, interpeta el spacing de memoria, jamás se sale de su rol, anota de larga distancia, ataca los contrapié desde triple amenaza, provoca buenos tiros con pases extra. Sí, Garino está en su pico. Su altruismo es despampanante. Los 17 puntos, 7 rebotes, 4 asistencias y 3 robos son un ejemplo básico. Enamora.

No puede ser. Se siente tan dueño del equipo que no hace reparo en si el momento del juego es airoso o delicado. Facundo Campazzo hace todo bien en los 12 primeros minutos. Argentina domina desde su ADN. Sale. El equipo se cae a pedazos. Vuelve a entrar para cerrar el Q2, aunque de estar +12, la pizarra marca un -3. Y aquí no ha pasado nada. Su personalidad todo lo puede. Su combo de revolución, técnica y lectura provoca que la Argentina vuelva a desarrollar su mejor versión. Crack.



No puede ser. Habría que volver a mirar el partido dedicándole la mirada sólo a él para notar cuántas cosas hace para que el equipo gane. Marcos Delía y sus intangibles, en un partido en el cual su compromiso era absolutamente determinante. Se cansará de corregir tiros, de hacer ayudas a tiempo, de castigarse físicamente con cada nigeriano que intente ganarle la pintura. Incansable. Hoy, su rol es insustituible.

Y Laprovíttola, regalando su perfil anotador luego de un mal inicio, castigando de 3 puntos reluciendo el hermoso juego colectivo que ofrece una selección de tiro inmejorable. Y Brussino, preciso en los dos costados. Y Deck, animal físico para conversar con rivales atléticamente poderosos. Y Vildoza, dejando atrás de mala noche ofensiva para transformarse en vital desde lo defensivo.

La Argentina saltó un escollo durísimo. Están todos al servicio del equipo. Cero acto de egoísmo. Es notorio, y contagia. El miércoles, frente a Rusia, será fundamental ganar para arrastrar puntos clave rumbo a la segunda fase. Mientras tanto, el primer objetivo en la Copa del Mundo está en el bolsillo. A celebrarlo. Fuertemente.
 
 
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