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03/08/2021
Selecciones
EL GRAN COMPETIDOR, UN INDISCUTIDO EN UN PAÍS SIN INSDISCUTIDOS
El Scola de selección que lamentable pero inexorablemente comienza a escribirse en tiempo pasado, fue talento, pero también fue sacrificio. Fue un jugador que se reinventó en cada torneo, que entendió el paso del tiempo y de los secretos de su puesto como un desafío para mejorarse.
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David Ferrara
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Se fue el gran competidor. Luis Scola compitió contra adversarios de turno en cada partido, se midió con compañeros de equipo y entrenadores para hacerlos mejores, se puso a prueba con directivos cuando vio que el camino no era correcto, incluso les dio batalla a los periodistas en cada pregunta mal formulada cuando hubiera sido políticamente correcto darle play al casete. Y, lógico, compitió contra él mismo, para ser lo mejor que podía ser, para estar siempre a pesar de que parecía imposible y para dar el ejemplo en cada momento.
Scola fue indiscutido en un país sin indiscutidos.
Scola le ganó incluso a los que tienen por oficio criticar por criticar.
El Scola jugador, que hoy lamentable pero inexorablemente comienza a escribirse en tiempo pasado, fue talento, pero también fue sacrificio. Fue un jugador que se reinventó en cada torneo, que entendió el paso del tiempo y de los secretos de su puesto como un desafío y que se mantuvo hasta hoy mismo al nivel físico y técnico de las grandes figuras mundiales.
Su relación inquebrantable de amor con la selección no tuvo momentos ríspidos ni ausencias pronunciadas, casi que nunca se extrañaron y fue siempre la piedra basal de la reconstrucción de una generación que primero fue revelación, que después fue dorada, que fue de plata y que quedará por siempre en el bronce del deporte argentino.
Porque de recibir los pases certeros y punzantes de Pepe Sánchez pasó a jugar el pick and roll más hermoso con Pablo Prigioni y terminó por encontrar un socio en Facu Campazzo para esperar la descarga y lanzar de tres.
Scola fue símbolo de la selección por sus números (googleen, impresionante), por su carisma y por su enseñanza, desde cómo comer hasta cómo lanzar, y fue símbolo por lo que dejó como legado.
Por eso el mundo le agradece en su justa medida, en una medida muy difícil de dimensionar. El último de los héroes de Atenas se fue compitiendo a tope, entre lágrimas propias y aplausos ajenos. 
 
 
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