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10/09/2019
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ÉPICO
Con una actuación impresionante, el Alma derrotó a los europeos por 97 a 87 y se metió entre los cuatro mejores del certamen que se disputa en China. Ahora, Estados Unidos o Francia.
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Todas las manos. Todas las voces. Todas las piernas. Todas.  Argentina derrumbó al gigante serbio, el Alma destruyó mitos y en una mañana idílica dejó hasta lo que no sabía que tenía en el rectángulo para meterse en las semifinales del Mundial de China. Asfixiante en defensa, increíble en ofensiva para un 97 a 87 que, aunque suene trillado, quedará en la historia.

El sacrificio defensivo fue emocionante, el alto goleo serbio no debe engañar, porque Argentina generó una madeja de cuerpos a la orden de incomodar, corregir tiros, mover posiciones y generar bloqueos para ganar el rebote. No importó el apellido, las faltas fueron un instrumento ante lo inevitable y por eso la rotación se alargó: cargados Scola y Delía, fue el turno de Caffaro y Gallizzi y los santafesinos respondieron, sobre todo el de Piamonte, que sacó de quicio al gigante Marjanovic  y recuperó varias pelotas.

Pero así como la defensa fue vital atrás, el objetivo adelante fue correr, resolver subiendo el ritmo, buscar la explosión. Y a los cortes de Deck se le sumaron las bombas de Vildoza, con Campazzo eligiendo sus momentos de protagonismo en pos del desempeño colectivo y momentos clave de los jugadores de recambio. Todos dieron lo suyo.

La locura en la tribuna se traducía en la cancha, con un Serbia incómodo e hinchas incrédulos en el imponente estadio de Dongguan.

Pero claro, no es sencillo estar al límite todo el tiempo. Es imposible contener tanto poderío de manera permanente. Y Serbia creció, emparejó el duelo, empezó a encontrar espacios e incluso tomó el control del partido, que ya en el tercer cuarto se volvió más parejo y se aplacó en el goleo, más cercano al paladar de los europeos.



Pero ni en la adversidad hubo temor. La convicción no pasó por un resultado sino por una idea de juego, un plan aceitado que podía terminar o no en victoria, pero que era el que había que llevar a cabo. Por eso en el peor momento las bombas de Garino y Campazzo dieron ilusión bancadas con sendas defensas.



Y contra las cuerdas por primera vez en el juego se vio lo mejor de Argentina. Quedaba pasión, quedaba energía, quedaba inteligencia y juego. Y fue Serbia el que no creyó más, salvo por el indomable Bogdanovic. Y fue Argentina el que parecía el gran candidato. Y lo que era imposible pasó, pero en el terreno de lo racional, perfectamente contrastable con el trámite del juego. Nada es casualidad.

El Alma es espíritu pero también es tangible, se ve en la acciones, se eleva y contagia. Lo de este equipo es inconmensurable y aunque cada paso suene a hazaña, ellos saben que no hay imposibles.

En números

En Argentina se destacaron en el goleo Campazzo 18 con 12 asistencias, Scola 20 puntos, Garino 15, Deck 13, Vildoza 11. En Serbia anotó 21 Bogdanovic, 18 Bjelica y 16 Jokic.
 
 
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