“De nuevo no... de nuevo no le decía”, rezaba una excelente publicidad sobre problemas de erección. Y en eso andaba pensando (en no hacerlo de vuelta digo, no en los problemas de erección) cuando ya la delegación partía a Esperanza.
La distancia trae aparejadas ventajas y desventajas. A favor está el no pasar frío, el no comerse partidos imbancables, el no tener que saludar a un montón de gente que no soportás, el no tener que trabajar, no gastar plata, no dormir en cualquier lado, no comer en cualquier lado y varias más.
En contra está tener que seguir el campeonato por los medios rosarinos.
Apenas basta con llegar al momento de estos torneos para darse cuenta de la importancia nula que tienen a nivel nacional, provincial y local. Nadie es capaz de gastar medio centavo en una página de internet, en una estadística, en una trasmisión. Es más, hasta se complica conseguir los resultados por mensaje de texto. De Rosario deben haber viajado Lancellotti, sus 35 ayudantes y el mini. Pero en el momento del partido apagan los celulares. Y... algo de decencia les queda.
Pero como el Bigotón (leí por ahí que se los hijos son hinchas de los Lakers, a resignarse que al menos te salieron de Newell’s) me encomendó hacer esta columna como condición indispensable de pagarme, tuve que ponerme a investigar y no reparé en centavos para ir a internet. Tras pelear inútilmente con los diarios de la ciudad y su única preocupación por el fútbol y el casamiento de Wanda Nara, largos minutos tuve que esperar para encontrar en la página de la competencia un resumen de la victoria. Eso sí, sin árbitros y con algunos nombres mal, pero bueno. Algo es algo. Después BasquetRosario se avivó que estaba jugando la selección (¿de todos? De nadie? De Central?) y al menos tuve algún dato para iniciar la cobertura. Los otros resultados, bien gracias, recién un día después y tipo diez de la mañana cuando el señor quiosquero dice que le llega El Ciudadano. La Capi, bueno, es necesaria para los clasificados.
Ya con algunos números telefónicos, me decidí a seguir las incidencias por mensaje de texto, con la incertidumbre de que mis interlocutores se quedaran sin crédito, se pusieran a matear o directamente quedaran varados en un piquete agrícola (parece que les pasó a varios de los pocos que fueron). Como nadie lleva estadísticas, me conformaba con un Ros 44 Cnda 15, que supe interpretar si dudar o el posterior “son horribles”, para cerrar con un “ganamos fácil, no me acuerdo el final, me fui a comer”.
Ahí sí en Internet estuvo todo, con lujo de detalles, y declaraciones. Ya tenía datos para mi columna. Incluso me divirtió el detalle de los puntajes, de los que reproducimos una parte con algunas modificaciones para hacerlo más interesante.
Felipe Ederra (5): Diez cuando no lo marcaba nadie. Cero cuando lo presionaban. Promedio: 5.
Ignacio Vaccari (2): no estuvo atento para alentar desde el banco. No estuvo rápido para levantarse en los minutos. Ni siquiera contó chistes para divertir a los 32 asistentes.
32 Asistentes (0): Ni uno que se pare para darle una idea al DT. Bahh, había uno parado pero era para dejarle lugar en el banco al mini.
Diego Crocce (10 a 9, el round): Pity está pensando en escribirle una canción con este estribillo: Pega, Pega, pega, pega, pega pega. Mandó a uno a jugar al voley. Él tampoco juega al básquet.
A la noche llegó la paliza y me ilusioné porque La Red dijo que había conexión directa con el partido de la Lepra. Obviamente estuve prendido para disfrutar el gol de Sasá. En medio de la alegría me enteré de la caída, pero de conexión directa ni hablar. Salió un gritón claramente dolido a decir el resultado. Trabajo a reglamento que le dicen. ¿Las páginas? También con la cola entre las piernas y apenas algunos datos. BásquetRosario se las rebuscó con síntesis y una especie de comentario.
Del domingo no recuerdo mucho. Me desperté tipo cinco y en mi teléfono estaba el esperado mensaje: “jugamos la final, creo que lo pasa la radio del Pochi”.
Me la banqué un rato nada más, porque tenía a Lafranchi en vivo desde Libertad y le pone más onda. Leone hizo jugar a Nacho González (buen arquero), Ferrara sólo tiraba pálidas y cambié cuando la cosa estaba liquidada. Total, a esta altura ya ni valía la pena escribir de básquet.
A pedir asilo
La persecución para el gran Poroto sigue. No contentos con el escarnio público se pide para este pobre muchacho una sanción ejemplar. Cinco años dicen nuestros alocados mensajeadores. Pero ellos mismos aclaran que hay varios que hace rato no deberían jugar. Igual, para Poroto hay una salida ante tanta agresión: pedir asilo en la gran embajada de la ciudad, la que es capaz de cobijar a presidentes que ya no talan en su club, o a muertos que reviven, a delegados que fueron descalzados y por qué no a un Chino que salió de su Negro hogar. Por algo el verde es el color esperanza.
Buscados
Con el paso del tiempo y ante las permanentes resoluciones de la Rosarina que no fueron criticadas por nadie, surge la pregunta. ¿En qué andan los integrantes de la oposición que se opuso a los que se oponían oponiendo todo tipo de datos y logrando oponer a sus opositores una amplia lista de clubes en clara oposición al trabajo del oficialismo? ¿Son oficialistas o no se oponen más?
Canayas
La relación de nuestro ídolo Panqueque y sus primos auriazules parece que se termina. Los muchachos andan buscando nuevos aliados. Sería piola que antes encuentren, plata, jugadores, entrenadores y algunas cositas más que hacen falta para jugar al básquet.