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17/05/2020
Página del recuerdo | Recuerdo
DINASTÍA CANALLA, LA HISTORIA DEL CENTRAL DEL TURCO GRIMALDI QUE DOMINÓ EL BÁSQUET ROSARINO
Multicampeón local, exitoso a nivel provincial y regional para competir bien arriba en la Liga B y con apellidos que dejaron huella. Una historia que merece ser recordada
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David Ferrara, @davidferrara35
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Coleccionistas de éxitos
A lo largo de su historia, el básquet rosarino estuvo marcado por una serie de dinastías que pisaron fuerte. Así lo deja en evidencia (por ejemplo con el Newell’s monopólico del 43 al 54) el listado de campeones que con mucho trabajo elaboró años atrás el sitio Básquet Rosario para recordar a sus héroes de la anarajanda con nostalgia, aunque no con melancolía. En la era moderna del torneo local hubo algunos bicampeones y equipos que mostraron su superioridad, pero hasta la aparición de este Atalaya imperativo nadie había podido establecer el dominio total que plasmó Rosario Central desde 1998 hasta 2001, coleccionando éxitos, aglomerando talento en un plantel que exudaba personalidad y jerarquía.

Dueño de una época, construido con el único objetivo de arrasar en tiempos de altísima competitividad y con objetivos que superaban las fronteras locales y provinciales. Arrollaba, ganaba por talento o por guapo, pero siempre ganaba. Central tuvo grandes elencos multicampeones antes y después de la máquina que creó Claudio Grimaldi, pero el equipo del Turco dejó una marca imborrable.

Aquel equipo logró cuatro títulos consecutivos de la Rosarina, uno que contó con la denominación de 75 Aniversario, dos Copas Mario Bernardini, la Copa de Campeones José Oña que organizaba Sportivo Constitución, el torneo Centenario de Gimnasia y Esgrima, el certamen interclubes que organizaba Provincial, la Liga Provincial y el regional de ascenso a la Liga Nacional B. Fue la Liga el único objetivo que quedó pendiente para un equipo que, a decir verdad, no se entregó ni perdió, sino que se desarmó por decisión de la dirigencia y de esa manera abrió el camino para que el resto de los elencos volvieran a buscar el éxito, ya sin ese impresionante Central en el medio. Pero vale la pena recordar su historia y escuchar a sus protagonistas.

“Cuando llegó Claudio yo ya estaba en el club, Central me había comprado el pase a Provincial pero no tuvimos una temporada sencilla, porque perdimos una serie de playoffs con Provincial porque en el viejo Cruce Alberdi había un partido de otro deporte que se demoró y perdimos los puntos. Fue en el viejo estadio, con piso de mosaico, con las palmeras en el fondo”, recuerda Juan Pablo Lupo, dueño de la mano más temible del básquet de la ciudad y que pasaría a ser parte fundamental de lo que estaba por construirse.

El Cruce Alberdi mutó, se transformó en un gimnasio acorde a las necesidades de un deporte que comenzaría a profesionalizarse. Y en el plantel pasaría lo mismo. La apuesta iba en serio.

“Con Claudio habíamos estado en Central del 90 al 93 y después de buenas campañas con Sportsmen tuvimos la chance de volver. Recuerdo que eran muy duros los entrenamientos quizás más duros que los partidos, nadie faltaba ni siquiera en los momentos difíciles en lo económico. Y el castigo del que perdía en la práctica era subir corriendo las escaleras del Cruce. Claudio era un gran motivador, para el que ganaba estaba todo bien, pero si perdías, había escaleras. Me acuerdo de la bronca de Germán Tolosa subiendo las escaleras”, explica Cristian Grimaldi, perimetral de aquel elenco, tirador, pero también base de recambio en algunos momentos importantes de aquellos años felices para el Canalla.



La construcción
Si algo estaba claro cada vez que Claudio Grimaldi tomaba un equipo era que la aspiración era la máxima y que los apellidos al caer no serían del montón. “Llegamos con mucho apoyo de la dirigencia y empecé a traer a los jugadores. A Germán Tolosa lo fui a buscar al trabajo y le dije que tenía que bajar de peso, después adelgazó tanto que le tuvimos que pedir que engorde un poco; después buscamos a Seba Garnero que venía de ser campeón con Atalaya y vi que podía ser el dueño del equipo, el conductor. También se sumó Julio Galván”, relata el Turco, y cuenta por quién fue a la carga después: “Justo el Gringo Garello se había ido mal de Newell’s y aunque todos me decían que íbamos a terminar a las piñas, lo fui a buscar al departamento que tenía en calle Brown. Fue un acierto, es el jugador que más me enseñó en mi carrera y le estoy muy agradecido”.

“Se armó un grupo espectacular, de mucha juventud y también talento”, resume el Turco. Y en meses llegó el primer éxito. Y no pararon.

Sebastián Garnero recibió el llamado para charlar sobre el tema y empezó a revolver diarios y buscar recortes. El incisivo base se mostró en Atalaya pero explotó en Central para luego coleccionar aplausos en el básquet nacional: “Fueron dos finales contra Constitución y dos ante Ciclón, también ascendimos a la Liga B y tuvimos una temporada muy interesante, con jugadores que luego pasaron a jugar la Liga. Se formó un grupo fantástico, con muy buena química. Lógicamente que con el paso de los años se fueron moviendo algunos jugadores y también aguantamos momentos muy difíciles del club, de no cobrar, pero seguimos adelante y hoy tengo los mejores recuerdos”.

Los protagonistas no la caretean y reconocen que la relación con el DT no siempre fue la mejor en esos años de alta exigencia: “Con Claudio nos reímos cuando charlamos de estas cosas porque a veces pasábamos meses sin hablarnos. Me puse a buscar los recortes de El Ciudadano y me sirvió para recordar y ubicarme en tiempo y lugar de cosas que por ahí no me había olvidado, pero que no las tenía tan presente”.

El primer título
El título de 1998 fue contra Sportivo Constitución, otro de los elencos que apostaba fuerte por esa época y al que Central dejó con las ganas en varias oportunidades. En semifinales los canallas barrieron 3 a 0 ante Estudiantil y los cueveros 3 a 2 en batallas ante Ciclón.

Por Central además de Garnero, Grimaldi, Lupo, Galván y Garello, jugaban Tolosa, Peralta, Ciliberti y los pibes Dentis, Quinteros, Curto y Gómez. En el elenco de Claudio González (había reemplazado a Gustavo Lafranchi) también sobraban apellidos picantes: Bengolea, Celiz, Ortenzi, Miranda, Pedraza, Pasquinelli, Roig, Sauro, etc…

El primer chico fue 100 a 97 en tiempo extra (iguales en 84) con bomba de Garnero en el cierre; el segundo fue 85 a 75 para el 2 a 0 en el Cruce. Constitución reaccionó con victoria 94 a 82 en Sportivo América, pero el escenario del Verde vería a Central campeón en el cuarto duelo con un 3 a 1 que comenzó una era.

“Eran finales muy competitivas, muy parejas y se jugaban a estadio lleno porque todos los clubes tenían grandes equipos. Tengo un muy lindo recuerdo del cuerpo técnico con el Turco, el Profe Marchica, Pupi Córdoba y me quedaron grabadas esas finales con mucho público. Me hace feliz ser parte de la historia del básquet de Rosario y de Central”, afirma Lupo.



La consolidación y la expansión
El desafío siempre fue superador y los objetivos aumentaban día a día. Y también la apuesta, porque al deseo de conseguir el bicampeonato en el certamen de entrecasa se le sumó buscar la consagración provincial y el ascenso a la Liga B, que en aquel momento se debía lograr a través de un regional con los mejores elencos de Córdoba y Entre Ríos. Dos apellidos entraron en escena para sumarse al equipo: Porta y Reinick.

“Lo de Juan Pablo fue a través de Miguel Chacón, que consiguió el dato de un muchacho de Gálvez que venía a Rosario y al Colorado lo habíamos visto de su paso en Sportsmen y aunque era pibe sabíamos que nos podía dar una gran mano”, cuenta Claudio Grimaldi.

“Llegué muy joven para estudiar y jugar en Rosario y la base del equipo estaba armada y con gran nivel. Siempre se apostaba a ganar el torneo local que era muy fuerte, eran finales tremendas a cancha llena porque los otros equipos se reforzaban muy bien. Aprendí mucho de jugadores como Lupo o Garello y siempre estaré muy agradecido por la posibilidad que me dio el Turco, y el Pelado Marchica, al que conocía de mi paso por Sportsmen”, repasa el Colo Reinick, quien luego coleccionaría títulos de Liga A.

Tras dos fases exitosas, le ganó en playoffs 3 a 0 a Sarmiento de Cañada y después se consagró en el hexagonal ante Banco de Córdoba, Tomás de Rocamora, 9 de Julio de Morteros, Alma Juniors de Esperanza y Sionista de Paraná, rival ante el que festejó el 10 de julio de 1999 con Cristian Grimaldi como jugador clave, superando la lesión de Reinick y una desventaja que llegó a ser de 10 puntos. Cancha llena, presión sobre los jueces y clima de final. De final ganada, claro.

“Me acuerdo de ese partido en especial de todos esos años. La noche del ascenso a la B contra Sionista de Paraná en el cruce Alberdi, que explotaba. En ese momento eran dos tiempos de 20 minutos, íbamos perdiendo a falta de 10 minutos por diez, lo dimos vuelta y ascendimos”, relata el MVP de aquella noche.

Su hermano Claudio fue quien lo mandó a la cancha cuando la cosa se complicaba ese día y recuerda otra particularidad: “Esa noche me acuerdo que Marcelo Milanesio vino a Rosario a un 3×3 y se quedó a ver el partido en la tribuna. Lo vio a Ezequiel Dentis, que era apenas un juvenil y se lo llevó a Atenas”.



El segundo
Mientras comenzaba a armarse el equipo que jugaría la Liga B, el objetivo se trasladó al certamen local, con el comienzo de una doble competencia que sería moneda corriente y que traería alguna que otra anécdota, como la vez en la que Germán Tolosa y cuatro jugadores de inferiores debieron enfrentar a Constitución (no le cambió la fecha de juego) por el torneo local mientras el equipo titular canalla se enfrentaba como visitante a Atlético San Jorge.

Y llegaría el bicampeonato, esta vez con otro rival formidable: Ciclón. El Diablo le ganó la semifinal a Gimnasia por 3 a 2, mientras que los canallas dejaron en el camino 3 a 0 a Los Rosarinos Estudiantil. Cimolai, Bueres, Adams, Aquino, Pope, Córdoba, Toñanes, Zega eran los apellidos del elenco de Raúl Burgos. Otra vez sacó chapa Central en el Cruce con el 81 a 72 de arranque y el 76 a 67 en el segundo. Aunque descontó el Rojo 80 a 74 en América, no pudo evitar la consagración canalla en el cuarto tras el 76 a 65.

La magnitud de un equipo se mide también por el poder de los rivales a los que enfrenta. Y a Central no le tocaron adversarios sencillos.

“Creo que Constitución siempre fue el rival más complicado. Tenía equipazos y eran duros. También Ciclón con los dos extranjeros”, cuenta Cristian Grimaldi.

La exigencia no cesaría en el verano y la primera campaña en la Liga Nacional B estuvo a la altura, fue competitivo y a pesar de pagar el derecho de piso dio pelea.

“Teníamos un gran grupo de colaboradores, que apoyaba y trabajaba sin otro interés que el de acompañarnos en los viajes. Ese año pudimos haber ascendido, pero ya empezaban algunas internas políticas con el básquet en el club. Pasó algo raro con una multa que nunca se pagó y arrancamos la fase final con dos puntos menos. Eso nos mató”, explica Claudio Grimaldi.

Por aquellos días ya Albanese y Cordera eran parte importante del equipo con un Seba Garnero que luchaba contra las lesiones. Y aparecían algunos pibes como Pereyra, Aide, San Martín y García.

El tercero
Las temporadas de la Liga y el calendario a contramano con la Rosarina permitía sumar jugadores pero también a veces generaban la salida de alguno de los pilares. Y fue el caso de Renick, que estaba en vidriera ganando espacio a puro rebote en ataque, defensa y puntos.

“El Turco se enojó mucho cuando me fui pero yo lo quiero un montón. En Rosario me dio una mano bárbara. Esa Liga B me catapultó para poder jugar la Liga A con Pico”, explica el pivot santafesino.

Grimaldi cuenta que el tiempo sanó heridas, y explica las razones del enojo momentáneo: “Nunca le cortaría la carrera a nadie ni la chance de mejorar, es más, creo que todos los jugadores de esos equipos luego pasaron a la Liga. Lo que le pedí al Colo fue que espere un par de meses para sumarse a Pico, pero fue una calentura del momento, nada personal”.

Los problemas económicos ya eran moneda corriente y el plantel hacía culto de su paciencia, le ponía corazón al momento y defendía con rendimiento en el rectángulo lo que le pedía a la dirigencia en el Cruce o en la sede de calle Mitre.

A la hora de jugar no se notaba ni la escasez de dinero ni el adiós anticipado del Colo. Llegó el tri.

Fue otra vez ante Constitución, en ese 2000 dirigido por Marcelo Sandoval y con Abaca, Luis, Piccioni, Walzack como caras nuevas con respecto a la anterior final. Los de calle Urquiza venían de ganarle la semifinal a Talleres 3 a 2 en otra apoteótica serie y Central llegó tranquilo, 3 a 0 ante Banco.

No hubo equivalencia y también fue barrida 3 a 0 con resultados 87 a 67, 74 a 64 y 96 a 92.

Esa noche la recuerda de manera muy especial Javier Garello. Y por varias razones. El Gringo eligió contarlo en puño y letra, con la fortaleza y la emoción de las palabras propias, sin intermediarios: “Valentín abría sus ojos de niño asombrado cada vez que en el estadio del cruce Alberdi entrábamos en calor con la marcha canalla a todo volumen, pero más se sorprendió cuando vio por llorar por primera vez a su mamá. Fue en América, el día que logramos el tricampeonato con Central, mi último club. Yo estaba en el vestuario y mi compañera Sabi empezó con contracciones y se preocupó. Macu nos rescató de una escaramuza y nos llevó hasta el sanatorio en su auto. A la mañana nació Vicente, ¡que felicidad!

Ese día me jubilé pero todavía no lo sabía, 34 años, un viejo. Más tarde entendería cuantas cosas ya no volverían a ocurrir: el juego, atarme los cordones bien ajustados, la danza entre diez tipos, el romance con la pelota, tirarme de cabeza al piso, abrazarla, dejar todo, que nos paguen para divertirnos y hacernos amigos y nos salven de la fábrica o de la oficina.

Después hubo que aprender a ser felices sin el básquet, pero siempre viviendo, gozando de la vida y siempre agradeciéndole. Me preguntan si a veces nos vemos con toda esa gente: claro que nos vemos, basta con cerrar los ojos para vernos”.

El tetra
En la Liga B ya los resultados acompañaron a regañadientes y los problemas económicos se agudizaron. Los objetivos eran los mismos y para ello llegaron Bernardini, Falco, Trentini, Constantini, Abaca y Fernández, pero el rendimiento no fue consistente en el nivel nacional. Eso sí, dieron pelea, y a pesar de todos los inconvenientes llegó el cuarto título local en 2001, otra vez ante Ciclón.

Aquel elenco del Mono Audano tenia a López Jordán, Bueres, Bogado, Pérez, Morange, Amarilla, Carena, Ojeda, Ricciardi y Moreno.

El Diablo ganó la semifinal ante Talleres 2 a 0, mientras que los canallas doblegaron a Sportsmen Unidos también 2 a 0. Ese certamen, denominado 75 Aniversario, se cerró en 2 a 1. Caliente 79 a 78 para Central, 96 a 84 para el Diablo y luego 95 a 75 para los auriazules en el Cruce que terminó con invasión de barras locales que se llevaron toda la ropa de los jugadores. La vuelta olímpica se dio minutos después, ante los más de mil espectadores que se quedaron a vivir la fiesta en paz.

Los campeones de la paciencia
“Llegamos con un apoyo muy grande de la dirigencia y se armó un gran grupo de trabajo y colaboradores. Siempre intenté darle una movida social al básquet, que vengan chicos, que se sume la familia y que se rearmen las inferiores. Hubo mucho entusiasmo y fue una época gloriosa”, cuenta el Turco Grimaldi, quien reconoce que soportaron serios problemas económicos y deudas: “Tuvimos varias veces problemas para cobrar, más que una cuarentena, pasamos varias cuarentenas, creo que el récord fueron ocho meses sin cobrar. Pero el plantel nunca dejó de entrenar, todos los días. Había mucha motivación interna”.

Incluso el equipo aguantó y negoció en situaciones críticas, hasta que fue imposible seguir. “Habíamos ganado todo, pero el club estaba decidido a no pagar y mantuvimos la pelea hasta que no se pudo aguantar más y se decidió dejar de jugar. Fuimos los campeones de la paciencia porque no queríamos dejarlos tirar por la ventana tanto esfuerzo”, recuerda con bronca Grimaldi, aunque rápidamente las sensaciones cambian: “Pero fue uno de los ciclos más importantes que tuve en el básquet, y especial por las personas, los jugadores, el grupo, la humildad y el sacrificio de todos en el cuerpo técnico y el plantel. Lo recuerdo de la mejor manera y en especial por ser hincha de Central”.

Como suele pasar en los clubes grandes del fútbol de la ciudad, los proyectos del resto de los deportes son un material descartable, que sirve para mostrar trofeos pero molestan cuando se debe invertir. Y como sucedió ya varias veces, la dirigencia le puso fin a un ciclo que nunca se agotó en la cancha.

Newell’s se iba del TNA, Central de la Liga B y el básquet de la ciudad quedaría herido por varios años hasta reinsertarse en los certámenes nacionales. A nivel local ya nadie pudo marcar semejante dominio, al menos hasta la aparición del Atalaya de Junco, pero esa es otra historia.
 
 
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