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30/03/2021
Página del recuerdo | Leyenda
MATÍAS DINSMANN, EL HOMBRE ESTADIO
Fue parte de una generación de jóvenes talentos surgidos del básquetbol local por la calidad de sus movimientos y la riqueza de su biotipo, aunque siempre se mostró en la cancha con una simpleza envidiable. Matías Dinsmann es héroe y personaje admirado en la T, a punto tal que el estadio lleva su nombre.
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MAJ. Fotos: El Ciudadano
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Dinsmann, en una foto retro
Fue parte de una generación de jóvenes talentos surgidos del básquetbol local por la calidad de sus movimientos y la riqueza de su biotipo, aunque siempre se mostró en la cancha con una simpleza envidiable.
De perfil más bajo que su potencial deportivo, Matías “el Rulo” Dinsmann era parte de una de las tantas familias del club Talleres de Villa Gobernador Gálvez. Conocido internamente como “el nieto del Ruso” o “el hijo del Bochi”, a los quince años ya era pieza habitual en el primer equipo de su club. Testigos de aquellos días recuerdan que desde pibe volcaba la pelota con una furia poco habitual para la época y enamoraba a cuanto espectador pasara a ver básquet de inferiores por el viejo gimnasio de piso de mosaico de la T.
“Para mí y muchos de los que tuvimos la suerte de criarnos en el club, Talleres es como mi segunda casa. Ahí conocí a mis mejores amigos y a mi esposa y la parte más linda de mi vida la viví ahí.  En el club pude también desarrollarme deportivamente y crecer”, relata Dinsmann, que aún conserva algo de esa timidez que siempre lo caracterizó cuando su talento era el motivo de conversación.
Matías y su generación fueron parte del cambio. A fines de los noventa y a principios del nuevo siglo, el básquetbol rosarino comenzó a ganar terreno como un deporte en auge en el tema contractual. Si bien la formalidad aún escasea, los sueldos y premios que anteriormente eran para unos pocos jugadores experimentados, comenzaron a llegar también para los más jóvenes que surgían de los clubes de la ciudad o que llegaban a Rosario para estudiar y utilizaban esos “mangos” para generar ingresos e ir a la universidad.



“Nunca vi la veta profesional o un futuro duradero dentro del básquet. Llegó un punto de mi vida en la que tenía que empezar a decidir si el básquet podía ayudarme para vivir o debía desarrollarme a futuro en otra profesión. Nunca lo vi como algo laboral y aunque cuando subimos de niveles la plata empezó a estar en juego, sentía que eso desvirtuaba un poco todo. Yo no tenía la plata en la cabeza, era chico y jugaba porque me apasionaba, mientras que cuando se profesionalizó un poco el medio perdimos el gustito de cuando éramos pibes”, cuenta el ex jugador con paso por su club de origen y Regatas Rosario.
Con 16 años Matías ya era “el Rulo” para todo Talleres y para el básquetbol rosarino en general. Sus buenas actuaciones en categorías menores y en seleccionados locales y provinciales lo armaron de confianza para saltar rápido a mayores y logar su primer ascenso con el club que lo vio nacer. Talleres ascendió en 1999 a la A por primera vez en su historia ante un Sportivo América repleto en la serie en la que derrotó 3-1 a Red Star de San Lorenzo.
“El ascenso del 99 fue fantástico. Éramos todos juveniles, salvo Fede Sauro que tenía 21 años, teníamos el talento de Gaby Domínguez (17 años), las piernas del Iván Martorell (17), Jorge Ortolá (16), “el gusano” Penta (16) y otros tantos. Hace poco veía unas fotos de ese equipo y éramos todos pibes que corríamos mucho con Marcelo Roig como artífice de todo eso”. 
“El mismo año salimos subcampeones de juveniles contra el Provincial de Pablo Fernández (actual capitán de Sportivo América), Nahuel Garré, Adrián Boccia (Boca Juniors), Farhat y otros talentos de aquella época. Ese fue uno de los mejores equipos en los que pude jugar”.
Desde allí participó ininterrumpidamente del plantel de primera división de Talleres de 2000 a 2003 en el torneo local y en los campeonatos federativos de cada año, teniendo como dato histórico de color la fusión denominada “Unión del Sur”, entre Talleres y Saladillo con muchos pibes en cancha en la 1999-2000, donde enfrentó entre otros equipos a la fusión “Rosario Sport”, armada entre Sportsmen Unidos y Provincial.



Todo ese camino lo transitó siendo estudiante universitario y en ese mismo 2003 pasó a Regatas y recién la vuelta a su club se dio en 2007, para conseguir una nueva alegría años más tarde en 2011.
“El segundo ascenso lo ganamos en la final frente a CAOVA. Lo logramos después de varios años peleando entre mitad de tabla y descenso, pero esta vez teníamos un equipo muy competitivo con muchos jugadores de jerarquía, como por ejemplo el Luli Ríos. Sin embargo el año fue malo, el equipo no se afianzaba e internamente no estábamos bien, de hecho mi año deportivo fue muy malo”, contó.
“Llegamos a la serie con CAOVA, perdimos mal los dos primeros partidos, nos peleamos entre nosotros y desde el tercero algo se activó con la energía de jugadores como Luisito Farhat y el Huevo  Zanoni que tiraban para adelante siempre, más pibes del club como Agustín Topo García. Nos afianzamos en la serie, ganamos el tercero y en el cuarto ganamos en cancha nuestra a puertas cerradas después del problema entre las hinchadas”. (NdeR: Dinsmann fue el héroe de la noche con un triple sobre la chicharra).
“Después de ese cuarto juego sentíamos que lo habíamos quebrado emocionalmente, fuimos al quinto a Unión y Progreso y recuerdo que a ellos se les notaba que estaban quebrados y nosotros que veníamos a los tumbos nos pudimos enderezar al final. Fue un torneo raro pero lo cerramos de la mejor manera”, relató con emoción acerca de su último logro con Talleres.



Matías Dinsmann fue protagonista de los dos grandes logros en torneos anuales con los que cuenta el club de Villa Gobernador Gálvez en la Asociación Rosarina. Tras la segunda alegría, el club lo homenajeó poniéndole su nombre al renovado estadio de la avenida Juan Domingo Perón.
“Lo de la cancha fue algo bastante particular, fue una decisión que tomó el presidente que estaba al frente del club en el año que ascendimos. Al parecer era sólo por ese año, pero después se instauró que sería así el nombre de la cancha. A mí me da un poco de vergüenza ver el nombre ahí pero cada vez que sale el tema del básquet delante de mi hija ella dice que su papá tiene una cancha con su nombre (risas)”.  “Es muy lindo saber que también mis hijas comparten la pasión, especialmente la más grande Lupe, en un deporte que tantas alegrías nos dio”, cuenta Dinsmann.
Matías fue un jugador de movimientos exquisitos, de esos por los que vale la pena pagar una entrada o ir a la cancha un viernes de intenso frio en invierno. Algunos memoriosos recuerdan jugadas en complicidad con Gaby Dominguez o Agustín Hidalgo en Talleres. Otros tantos rememoran una volcada tras rebote propio y traslado de cancha a cancha en el estadio de Temperley, donde con la camiseta de Regatas volcó la pelota en el rostro de un jugador de Banco de Santa Fe y el propio Gonzalo Pastorino (entrenador de Banco en ese momento) ingresó a la cancha a darle la mano para felicitarlo. Así jugaba él, con talento pero con la misma simpleza con la que responde una tras otra las preguntas de esta entrevista.
Para finalizar, reflexiona sobre él mismo: “Matías Dinsmann en su momento fue un flaco de rulos que disfrutaba mucho jugar al básquet, sobre todo cada vez que entraba a una cancha siempre tenía un compinche de equipo y la idea era hacer disfrutar a la gente que iba a ver los partidos, ya sea con un firulete, una volcada o algo que saliera. Como persona es alguien que valora mucho a los amigos que le dio la vida, muy amiguero. Y ahora soy padre y trato de ser la mejor persona posible como ejemplo para mis hijas y pretendo ser así, disfrutando como se puede de la vida”.



DICEN SOBRE ÉL

MARCELO ROIG: “SIEMPRE TUVO UNA TERRIBLE CAPACIDAD FISICA”

“Desfachatado, desordenado pero muy talentoso. Siempre tuvo una terrible capacidad física que sobresalía con respecto a los compañeros, pero más que nada un tipazo, un gran pibe. Le costó creérsela, hasta que se dio cuenta que podía y cuando lo logró siempre estuvo un escalón arriba”.

*Marcelo Roig, actual entrenador de Temperley

GABY DOMÍNGUEZ: “LO VEIA SIEMPRE VOLAR POR ARRIBA”

“Mati es un tipazo, lo quiero mucho. Como jugador era muy atlético, muy largo, prácticamente un jugador de esta generación en un básquet pasado hace 20 años”.
“Lo veía siempre volando por arriba, saltaba mucho. Podría haber jugador tranquilo en niveles superiores pero siempre tuvo claro que el básquet no era su medio de vida, aunque si se hubiera propuesto jugar La Liga lo hubiera podido lograr. Hoy es comparable o superior a cualquier jugador de Liga Argentina o hasta podría jugar en esta Liga A por talento y con un lanzamiento más trabajado que siempre fue un punto a mejorar para él”.


*Gabriel Domínguez, actual jugador y entrenador de Saladillo.

FEDE SAURO: “ERA UN SHOW DE VOLCADAS Y CONTRAATAQUES”

“En el 99 Mati tenía unas condiciones físicas que no eran normales de observar en esa época. Tenía una capacidad atlética que era un show de volcadas y contraataques en cada partido que jugábamos en cualquier cancha. Fue un placer compartir equipo con él porque siendo muy joven ganó un protagonismo importante para llevarnos al ascenso. Además es un tipazo y su calidad humana le hacía muy bien al grupo, tengo los mejores recuerdos”.

*Federico Sauro, actual entrenador de Los Rosarinos Estudiantil masculino y Ben Hur femenino.
 
 
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